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Saturday, July 16, 2011

Stress test y Peak&End Rule

La publicación ayer de las pruebas de stress sobre la banca europea despejó, al menos sobre el papel, las dudas sobre si la banca española estaba necesitada de capital. Las cinco entidades españolas que no pasaron el umbral del 5% del common equity tier 1 no necesitan capital adicional porque tienen provisiones genéricas ya dotadas.

El ejercicio salía desde un principio con cierta complejidad intepretativa, porque la EBA (autoridad bancaria europea) admitió la existencia de dos notas: la oficial , y la ajustada a la contabilidad bancaria en cada país.

Esta doble interpretación de las métricas permitió al gobernador del Banco de España mostrar sus grandes dotes comunicativos. MAFO es un profesional en todos los aspectos. Técnicamente tiene un nivel altisimo, pero casi a la par de sus dotes de comunicación.

Primero, Fernandez Ordoñez comparó a los resultados del stress test con los Oscar de Hollywood: a diferencia de estos últimos, en el stress test solo se habla de las entidades perdedoras. En España se presentaron 25 entidades al test, pero solo 5 suspendieron según el ejercicio europeo. Y claro está, solo se habla de las cinco. De las 20 ganadoras, ni rastro. En la portada de hoy del Financial Times, bajo la noticia de los resultados del stress, aparece la foto de una oficina de CatalunyaCaixa, una de esas cinco entidades.

Segundo. Al existir dos medidas de capital, la oficial de la EBA (muy conservadora) y la ajustada a cada país, que permite la inclusión de colchones (como las provisiones anticíclicas españolas), la cuestión era cómo transmitirlo en el orden correcto.

Como bien me hace recordar Manuel Conthe, y según la teoría del Peak&End Rule, solemos recordar hechos pasados en función del punto máximo de placer o "disconfort" que experimentamos al vivirlos, y en cómo acabaron. Cualquier información "en el medio" se olvida.

Si uno dice: "la caja X suspendió el examen pero, con los ajustes contables locales, los aprobó", el mensaje que estamos dando es negativo porque implica que debemos recurrir a ajustes para aprobar. Según la teoría del peak&end rule, debería ser mucho más efectivo que el usado realmente por el BdE.

Lean lo que publica el BdE en su nota informativa sobre el stress:

"Las pruebas de estrés muestran que ninguna entidad española necesita aumentar adicionalmente su capital gracias a los elementos para la absorción de pérdidas propios de nuestro sistema financiero, como son las provisiones genéricas o los bonos obligatoriamente convertibles. Si se detrajeran de los balances estos recursos, cinco entidades españolas no alcanzarían la referencia del 5% del core tier 1 fijada para este ejercicio".

La técnica comunicativa empleada por el supervisor español hace que primero se informe de que ninguna entidad española ha suspendido gracias a los ajustes contables locales. Ahora, si nos basamos en la norma europea, y detraemos del balance esos ajustes españoles, entonces suspenden cinco entidades.

El mensaje que se consigue transmitir, a mi juicio, aunque va en contra de la teoría antes mencionada, deja claro en el receptor de la información que el hecho que hayan suspendido 5 entidades se da como consecuencia que el EBA ha fijado normas "extrañas" a la norma local española, y por tanto, todo el sistema financiero español es solvente.

En el fondo, la EBA no ha permitio la inclusión del colchón de provisiones genéricas (anticíclicas) españolas por un simple hecho: porque ningún otro país las tenía y lo que no podía hacer era beneficiar a uno para perjudicar al resto.

Eso sí, las provisiones genéricas han sido alabadas en todos los foros internacionales, y de hecho su filosofía ha sido incorporada a los acuerdos de Basilea 3 dentro del colchón anticíclico que necesitarán dotar las entidades cuando la economía de muestras de recalentamiento.

Saturday, July 09, 2011

Ratings y revólveres

El estallido de la crisis financiera en verano del 2007 ha estado generando el surgimiento de unas cuantas palabras que, inicialmente solo conocidas por expertos, han acabado por ver la luz en periódicos generalistas, y por ende, se han transformado en vocablos mas o menos de circulación mediática. Términos como hipoteca subprime, CDOs, stress tests, derivados financieros, CDS, swaps, Basilea 2, Basilea 3, y tantos otros, suelen ser ahora citados normalmente en cualquier periódico.

Pero el problema surge cuando las noticias que incluyen estas palabras adquieren relevancia social, porque pueden acabar confudiendo a la opinión pública.

Estos últimos meses estamos viendo como la palabra "rating", asociado al problema de la deuda soberana, está siendo usado de una manera bastante "libre" por la prensa, de manera que se da la impresión que las agencias que producen los rating (que realmente son 3 en el mundo: Moody's, Standard and Poors y Fitch) son la reencarnación del diablo.

El último acto ha sido Portugal, pais que viene teniendo problemas importantes de financiación, a pesar de haber sido rescatado por sus socios europeos. Una de las agencias de rating, Moody's, la semana pasada le bajó el rating a Portugal hasta bono basura, en un momento crítico porque Portugal estaba subastando títulos de deuda. Una bajada de rating en un momento crítico puede significar, para los mercados, firmar una sentencia de muerte al país calificado.

Juan Ignacio Crespo apunta muy bien en este artículo que el problema con las agencias de rating es que se han convertido en un "Deus ex machina", que no controla sus poderes, y cuyas acciones terminan provocando efectos no deseados.

A mi juicio, está en el propio mercado (agentes inversores, bancos, reguladores, gobierno, bancos centrales) revertir esta situación. Un presidente que es asesinado por un loco con revolver no tiene porque significar que se prohíban los revólveres: una potencial víctima de violencia de género puede sentirse más defendida con un revolver en su casa. Con un revólver tambien podríamos poner fin a las aventuras de un dictador loco.

Con los rating pasa lo mismo. Hay que saber qué significan y cómo usarlos. Los reguladores bancarios fueron los primeros en (ahora se ha visto erróneamente) focalizar en la importancia del rating, haciendo obligatorio a los bancos tener sus carteras de créditos calificadas (ya sea por ratings externos o internos), y posteriormente asignando requerimientos de capital según esas calificaciones. Así es como funciona el acuerdo de capitales Basilea 2 por ejemplo, y es algo que (de momento) no será cambiado por Basilea 3.

Asimismo, todos los fondos de inversión del mundo tienen unas políticas que les ordenan la calidad de los títulos en donde pueden invertir: dicha calidad se mide por el rating asignadp.

Finalmente, los bancos centrales tienen también sus normas sobre qué títulos y con qué calidad pueden descontar, calidad que viene determinada por el rating.

Dos son las ventajas claras de la existencia de un rating: una es que es lógico que para entender el posible riesgo de invertir en una empresa exista un método mas o menos cuantitativo que ordene la calidad del título, de mayor a menor riesgo. Si no lo tendríamos, habría que inventarlo.

La segunda es que -como bien dice Crespo-el proceso de asignación del rating abarata costes: no tiene sentido permitir la existencia de 30 o 40 maneras de calificar el riesgo de una empresa o banco porque entonces el tiempo de analizar y entender cada una haría ineficiente cualquier toma de decisión de inversión.

Hasta aqui todos de acuerdo. Problema distinto es la interpretación y uso que hagamos de esas calificaciones. En general, la mayoría de analistas (y muchas noticias en diarios) tiende a ver el rating como una medida de previsión sobre la calidad crediticia del título en el futuro, pero esto no es así. Los ratings -desafortunadamente- no son medidas tipo "forward looking".

Un rating es como cuando vamos al médico para un chequeo general, y nos dicen que estamos bien, algo alta la tensión, algún kilo de más o de menos, y poco mas. Es nuestra situación hoy, en condiciones normales.

El médico no te asegura que dado este chequeo, no tendrás nunca ningún problema.

Si por una de esas, una persona decide tranquilamente hacer inmersión acuática luego de hacerse un chequeo general básico, puede enterarse luego de muerto que tenía un problema concreto en el corazón que, de ser advertido por un cardiólogo, le hubiera salvado la vida.

En algun momento del 2009 las agencias de rating publicaron intenciones de querer ofrecer ratings por rangos de volatilidad y asociarles un escenario de stress (lo que lo haría algo mas forward looking), pero todavía no ha cristalizado. De esta manera, por ejemplo, un país no sería simplemente AA sino que sería AA con una volatilidad media-alta y en condiciones de stress podria llegar a BBB.

Finalmente, no hay que olvidar la inconsistencia que existe entre un rating asignado en un momento dado y cómo los mercados valoran a ese rating de manera diaria. Un ejemplo: España actualmente es AA. Pero gracias a los "credit default swaps" (seguros de protección contra impagos) podemos obtener implícitamente los rating de bonos españoles que cotizan en el mercado cada día. La semana pasada los bonos españoles cotizaban como BB, cuando el país sigue siendo AA segun las agencias. (Para más detalles sobre esta inconsistencia, leed este artículo de G.de la Dehesa en El Pais-Negocios del 17-7-2011)

Es como si el resultado de un chequeo médico fuera: Ud está bien hoy, pero si quiere correr hoy un maratón, seguramente morirá. ¿Cuál chequeo es el correcto? Depende de lo que queramos hacer. Los ratings a mi modo de ver funcionan igual.

¿Quién se acerca más a la valoración real de invertir en un bono español? ¿Los mercados con sus sobrerreaciones e impulsos animales? ¿O las agencias que valoran una situación dada usando información que ha podido quedar desfasada en días o incluso horas?

En suma, el tema es complejo y su solución no trivial. Mi opinión es que deberíamos ir a por ratings más "forward looking" asumiendo rangos de volatilidad en los cálculos de capital para los bancos.

Dejo para otra ocasión el debate sobre si debería ser un ente indepediente y público quien los calculase, o agencias privadas como hasta ahora.